Cuando los Buccaneers viajaron a Pittsburgh para disputar un partido de pretemporada hace poco más de un mes, nadie en Tampa esperaba que terminaría con un golpe tan duro para su ofensiva. El receptor emergente Jalen McMillan se elevó por un pase, fue derribado por debajo por un rival en busca de protagonismo y aterrizó de forma comprometedora sobre su cuello y cabeza. Hoy, McMillan sigue usando un collarín cervical y su regreso está completamente en el aire. La crítica es clara: estos partidos donde se juegan “cero puntos verdaderos” pueden costar mucho más de lo que se gana.
Desde el cuerpo técnico, Todd Bowles reconoció que McMillan “está mejorando”, pero no puede establecer ningún marco temporal para su regreso. “No sé cuándo volverá a entrenar”, declaró, “pero espero que lo haga esta temporada”. Esa respuesta, aunque prudente, deja más incertidumbre que optimismo.
De Washington a Tampa: la promesa de Jalen McMillan
Jalen McMillan nació en Fresno, California, en 2001. Se formó en el San Joaquin Memorial High School y luego brilló en la Universidad de Washington, donde jugó entre 2020 y 2023. Su fiabilidad, su técnica de recepción y su capacidad para generar jugadas explosivas lo convirtieron en uno de los receptores más sólidos del programa.
En el Draft de 2024, los Buccaneers apostaron por él en la tercera ronda. Su impacto fue inmediato: participó en 13 partidos, con 37 recepciones, 461 yardas y 8 touchdowns. El tramo final de su temporada de novato fue especialmente prometedor, con siete anotaciones en los últimos cinco encuentros. En 2025 se esperaba que consolidara su rol detrás de Mike Evans y Chris Godwin, formando un trío temible junto al recién llegado Emeka Egbuka.
La lesión: un golpe en el momento menos oportuno
Durante el partido de pretemporada frente a los Steelers, McMillan fue derribado en el aire por un rival que buscaba destacar en su intento por ganarse un puesto. El joven receptor cayó de cabeza y sufrió un esguince cervical severo. Desde entonces, permanece bajo observación médica y con movimientos limitados.
El golpe no solo lo dejó fuera de acción, sino que alteró los planes ofensivos del equipo. McMillan fue colocado en la lista de reservas lesionados con designación para regresar, lo que ya aseguraba que se perdería al menos las primeras semanas de la temporada. Su evolución ha sido lenta, y el cuerpo técnico evita dar plazos concretos. Las lesiones de cuello en la NFL siempre se tratan con la máxima precaución.
Un hueco difícil de llenar
La ausencia de McMillan se suma a un grupo de receptores ya golpeado. Chris Godwin continúa recuperándose de molestias en el tobillo, mientras que Mike Evans ha tenido que lidiar con problemas musculares que lo mantienen bajo control semanal. En este escenario, el novato Emeka Egbuka ha asumido un rol mayor del esperado, y veteranos como Sterling Shepard o Tez Johnson han debido ganar ritmo rápidamente.
El cuerpo técnico confía en que McMillan pueda volver tras la semana de descanso, aunque la realidad es que ningún informe reciente apunta a un retorno inminente. Su progreso es positivo, pero lento. En el mejor de los casos, podría reaparecer entrado noviembre. En el peor, su temporada podría darse por terminada antes de tiempo.
¿Tiene sentido seguir jugando la pretemporada?
El caso de Jalen McMillan reabre un debate que la NFL arrastra desde hace años: ¿vale la pena el riesgo de estos partidos?
La pretemporada sirve para evaluar jugadores, ajustar esquemas y mantener el ritmo competitivo. Pero cuando un titular o una joven promesa sufre una lesión grave en un encuentro sin consecuencias reales, las preguntas son inevitables.
El daño deportivo y económico de perder a un jugador clave puede superar cualquier beneficio. Muchos equipos ya optan por reducir al mínimo la participación de sus titulares, pero la estructura actual de la liga aún mantiene partidos donde los riesgos siguen siendo demasiado altos.
El golpe que marginó a McMillan es, en esencia, el reflejo de un sistema que prioriza la tradición sobre la seguridad. Una jugada más de exhibición, un choque sin trascendencia y, de repente, una promesa que puede perder un año entero de desarrollo.
Lo que viene para Tampa Bay
Si McMillan logra regresar esta temporada, deberá recuperar ritmo, confianza y explosividad. El cuerpo médico se mantiene cauto, y Bowles no quiere arriesgar una recaída que podría comprometer su futuro. Mientras tanto, el equipo tendrá que reinventarse con lo que tiene.
La ofensiva de los Buccaneers, ya debilitada por las lesiones, necesita que Egbuka siga dando pasos al frente y que el juego terrestre ayude a equilibrar la carga. Pero más allá del impacto táctico, el caso McMillan deja una lección clara: la pretemporada no debería poner en peligro el futuro de las estrellas jóvenes.
Último cañonazo
La lesión de Jalen McMillan no solo es un golpe para los Buccaneers; es una llamada de atención para toda la NFL. Un recordatorio de que incluso en agosto, cuando todo parece intrascendente, una sola jugada puede cambiar el rumbo de una carrera. Y mientras el joven receptor lucha por volver al campo, muchos en Tampa se preguntan si de verdad vale la pena seguir jugando partidos donde el riesgo supera con creces la recompensa.
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